En los medios de comunicación actuales la violencia está presente de muchas maneras distintas, unas veces más explicita que otras.
En nombre del “entretenimiento”, se emiten distintos formatos con contenido claramente violento, como parte importante de series, películas y hasta de programas infantiles. Las modalidades “informativas” difunden noticias violentas, en sus distintas posibilidades: guerras, terrorismo, bandas callejeras, violencia de género, accidentes, asesinatos…
Se podría decir, y se dice, que los medios reflejan a la sociedad; se “informa” de lo que pasa en el mundo, y se “entretiene” con lo que la sociedad demanda.
Haciendo una reflexión sobre el tema podríamos llegar a la conclusión de que estamos en una sociedad violenta y que demanda violencia.
Pero, ¿los medios de comunicación ofrecen lo que la sociedad pide?, o, ¿los medios de comunicación favorecen una sociedad predeterminada?
¿Qué es antes el huevo o la gallina?
Los medios de comunicación nacen en el seno de una sociedad muy dirigida ya desde sus principios. Son así porque los que “controlan” quieren que así sean.
Si pudiésemos ver la situación, con una visión más global, desde fuera, veríamos como 1/3 del planeta se “informa/entretiene”, mientras que los otros 2/3 esperan, sin esperanza, conseguir algo que beber, o comer, o simplemente poder vivir.
Y es aquí, donde descubrimos un tipo distinto de violencia, mucho más sutil y disimulada, la que se ejerce manipulando de alguna manera la sociedad en la que vivimos, con un ataque directo a la inteligencia.
La violencia generada de la negación de verdades y de la presentación de superficialidades en bandeja, supera con creces otros tipos de violencia, sobre todo si tenemos en cuenta que la fuente principal de estos últimos casi siempre deriva de una falta de sosiego a nivel moral e intelectual inducida por la primera.
Así, tenemos que entender que en sus principios los medios de comunicación deberían perseguir una sociedad amigable, anteponiendo la inteligencia y generando de ese modo una antiviolencia moral que terminara por si misma con la violencia de pistola.
Es el momento de abrir los ojos; los medios deberían pararse para exigir responsables directos y soluciones, implicándose en arreglar la “gran maquinaria” que un día comenzó a engranarse y que hoy día nadie se atreve a parar. Tienen en sus manos la herramienta de mayor alcance conocida jamás para difundir las “verdades” del mundo en que vivimos.
Por ello, deberían trabajar de manera independiente y si no lo hacen, están contribuyendo, como una pieza más, a la violencia mundial.